¿Quién necesita humildad cuando los números anuncian que el software está haciendo que los bits uruguayos sean tan populares como sus vacas? Los empresarios de esta industria dicen que sus problemas son positivos. Ninguno se queja de los impuestos, ni del tamaño del mercado, ni habla de desempleo. El universo de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC o IT) es un oasis en medio de economías en aprietos. Quienes se sumergen en él, aseguran que cosas buenas están pasando y que no hay señales de que dejen de suceder: “El mercado es infinito, este es un terreno de oportunidades”, dice Martín Alcalá Rubí, cofundador de MonkeyLearn y director de Tryolabs, empresa especializada en software de inteligencia artificial con foco en el mercado de Silicon Valley.
Uruguay no habrá tenido carbón, ni petróleo, pero sí tiene unas 470 empresas detrás de las computadoras que baten récords de ganancia. El tamaño de su éxito representa el 2,5% del Producto Interno Bruto, es decir la mitad del aporte que realizan los negocios agropecuarios. Según la última encuesta que realizó la Cámara Uruguaya de Tecnologías de la Información (CUTI), en 2017 sus socios facturaron US$ 1.489 millones, 26% más que el año anterior: la cifra más alta en la corta vida del rubro.
“Por ser un país chico y lejano nos quedamos afuera de muchas industrias, pero de esta no, porque supimos generar un conocimiento que es fácil de exportar al resto del mundo”, opina Alcalá. Las exportaciones de servicios y productos a más de 30 países fueron de US$ 675 millones, un 65% más respecto al año anterior. Más de la mitad se vendió a Estados Unidos, y el 16% de las firmas facturaron por encima de los US$ 5 millones.
No hay lugar para falsas modestias.
Andrés Levin, ejecutivo principal de tecnología de Overactive, plantea: “En cualquier lugar del mundo vos hablás de un ingeniero uruguayo e impone respeto, la conversación de costos ya pasa a un segundo plano”. La empresa en la que trabaja multiplicó cuatro veces su tamaño en los últimos dos años. En 2018 tenía 250 empleados, en lo que va de 2019 contrató a más de 100, y tiene una demanda insatisfecha de otra centena.
Se propone llegar a diciembre con una plantilla de 500, pero no sabe si será posible, por eso no tiene otra salida que empezar a buscar talentos afuera del país, y abrir oficinas en otras ciudades. “Hay un boom de necesidad de talentos en esta industria. En todo el mundo faltan programadores y desarrolladores de todos los niveles, sobre todo en las potencias económicas, y eso generó una muy buena oportunidad para empresas como la nuestra, que puede ofrecer talento desde acá. Se da mucho que nos contraten para agrandar los equipos que tienen los clientes en el primer mundo. Pero también nos está faltando gente acá. Hay recursos buenos, pero en pocas cantidades”, explica Pablo Brenner, director de innovación de Overactive.
Y aquí está el desafío que preocupa a todos estos empresarios felices. El sector emplea a unas 25.000 personas. Únicamente en 2017, las empresas socias de la CUTI (son 380) generaron 12.128 puestos de trabajo, pero aunque no les gusta hablar de “problemas”, saben que la cantidad y calidad de los recursos humanos no está acompañando el crecimiento. “Es un tema muy complejo, hay proyectos que empresas no están tomando porque no tienen la gente para llevarlos adelante”, dice Leonardo Loureiro, presidente de la CUTI y gerente de Quanam.
El desarrollo del talento está anudado a los otros retos de esta industria: cambiar su matriz productiva para pasar de ser principalmente prestadores de servicios a creadores de propiedad intelectual, y responder al mensaje que le envió el gobierno al sector cuando el año pasado amplió la exoneración del IRAE de las exportaciones al comercio local, con la condición de que generara empleos en el país.
El problema está sobre la mesa. Ahora, estos científicos convertidos en empresarios están abocados a buscar una solución. Pero, ¿cómo se fomenta la creación de mentes brillantes?
Fuente: El País
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