Con el objetivo de derribar barreras de acceso al mundo de la tecnología, Plan Ceibal comenzó a ofrecer este año cursos gratuitos de programación para jóvenes de entre 17 y 26 años de todo el país.El proyecto Jóvenes a Programar cuenta con el apoyo de la Cámara Uruguaya de Tecnologías de la Información (CUTI) y de las principales empresas del ámbito tecnológico.
«El plan surge a raíz de un análisis de la demanda de recursos», contó a Cromo Carinna Bálsamo, ingeniera en computación y responsable del proyecto Jóvenes a Programar.
Este año se realizó el plan piloto, en el que se capacitó a 1.000 jóvenes de 11 departamentos. El objetivo es capacitar a un total de 5.000 en tres años, para lo cual en 2018 duplicarán la cantidad de estudiantes.
Durante el curso, los jóvenes aprenden a dominar alguno de los tres lenguajes de programación más utilizados en el ámbito tecnológico y demandados por la industria (.Net, GeneXus o WebUI), así como testing.
Los capacitadores son técnicos de empresas y organizaciones de tecnología como Genexus, Bantotal, Tata Consultancy, Infocorp, Global y Centro de Ensayos de Software (CES).
«No son docentes sino empleados de empresas quienes están enseñando desde su propio oficio», explicó Bálsamo.
Al final del curso, los estudiantes reciben un certificado de programador básico o tester de software avalado por Plan Ceibal, el cual les abre oportunidades laborales en el sector.
«El objetivo es que los jóvenes descubran una puerta al mundo de la programación y la tecnología. Buscamos desmitificar el que haya que ser ingeniero para programar», aseguró.
Clases a distancia
En este primer año se formaron 50 grupos; 28 de ellos están ubicados en Montevideo; 10 en de Canelones y los 12 restantes están distribuidos en otros nueve departamentos del interior (desde Salto y Rivera hasta San José).
Por este motivo, los cursos se dictan en distintos centros del país a través de videoconferencias. De este modo, los docentes tienen la posibilidad de capacitar a alumnos de 11 departamentos en vivo y de forma simultánea.
«Los cursos son presenciales. Los alumnos van a un aula a tomar la clase», aclaró la responsable del proyecto. «La única diferencia es que en este caso se utiliza la infraestructura de videoconferencia de Ceibal», explicó a Cromo.
Incluso, en determinadas circunstancias, los docentes pueden realizar videoconferencias móviles. «A veces, algunos capacitadores se conectan desde su propia empresa, o desde la de un cliente», contó la ingeniera.
Lo que más se dificultó a la hora de implementar este modelo fue adaptarlo a las clases prácticas, en las que el profesor tiene la necesidad de ver la pantalla de cada alumno individualmente para asesorar, identificar y corregir errores.
«Eso lo solucionamos con un software de control remoto. El profesor puede ver y corregir en la pantalla de sus alumnos desde su propia PC», relató Bálsamo.
Requisitos
La única exigencia para participar del proyecto era, además de la edad (entre 17 y 26 años), haber aprobado el ciclo básico de Educación Media.
Además, se debe pasar una evaluación de conocimientos generales que incluye desde lógica, matemáticas y ortografía hasta resistencia a la monotonía.
Antes de la prueba se ofrecía una preparación de un mes en la que se brindaban conocimientos básicos para programar.
Una vez en el curso, también se ofrece a los estudiantes clases de inglés, no como materia sino como complemento, en la medida en que cada uno lo necesite.
«Al comienzo se realiza un test de autodiagnóstico, en función del cual se identifica el nivel y se asigna un grupo para capacitarse», explicó Bálsamo.
La ingeniera aclaró que, si bien el nivel de inglés no es una exigencia en el punto de partida, es una herramienta fundamental que se espera que manejen al finalizar el curso.
«El objetivo es que, al egreso, los alumnos puedan responder un email o un chat en inglés», explicó la responsable.
Inserción laboral
Jóvenes a Programar surge, entre otras cosas, de la creciente demanda pero disminuida oferta de programadores. En este sentido, una de las prioridades del proyecto es apuntar a la inserción laboral en el rubro.
Para asistir a los egresados en este proceso, el plan incluye talleres, actividades con empresas y ayuda en la preparación de entrevistas laborales.
La Generación 2017, que culminará sus cursos en noviembre, recibirá ese seguimiento a partir del año próximo.
«La idea es ayudarlos en la inserción laboral o a reinsertarse en el sistema educativo formal», señaló Bálsamo.
Chamada para inscrições
A partir de noviembre se abrirán las inscripciones para aquellos jóvenes interesados en postularse para participar de los cursos de 2018.
Los requisitos serán los mismos de este año (el llamado es para jóvenes entre 17 y 26 años con ciclo básico aprobado). Incluso, aquellos que se hayan postulado este año y no hayan pasado la evaluación de conocimientos generales, podrán volver a intentarlo.
Para el próximo año la apuesta de Plan Ceibal es capacitar a 2.000 jóvenes de todo el país. «Estamos tratando de colaborar en la transformación digital que está viviendo el país», concluyó Bálsamo.
Las inscripciones se realizarán a través del sitio web de Jóvenes a Programar. El período de inscripciones será de noviembre de este año a febrero del año próximo.
Diego Basterrech (24 años, Montevideo)
Cuando salió de la evaluación de conocimientos generales estaba convencido de que no iba a quedar seleccionado. Sin embargo, al tiempo le avisaron que entraba en el plan piloto de Jóvenes a Programar y que debía elegir un curso y un horario.
«Entre las opciones estaba GeneXus, que es un software uruguayo para hacer programas, y tenía entendido que había bastante trabajo en el tema. Elegí eso y, la verdad, no me arrepiento», aseguró Diego Basterrech en entrevista con Cromo.
En el curso les plantearon a los estudiantes desarrollar un proyecto personal. «La idea es que cada uno elija lo que le guste, le emocione», explicó.
Un día, uno de sus compañeros llevó a clase una cabeza de Yoda (personaje de Star Wars) y contó que la había imprimido con su propia impresora 3D. «Ahí dije ‘si él pudo armar una, vamos a probar. Capaz que en una de esas puedo'», contó.
Fue así que decidió que su proyecto personal fuera fabricar su propia impresora 3D.Claro, parte del planteo del proyecto consistía en realizarlo con el menor presupuesto posible. Por ese motivo, lo primero que hizo fue investigar durante varias semanas acerca de qué comprar y qué no, y dónde le convenía comprarlo.
«Toda la parte de electrónica me la mandé traer de China. Acá en Uruguay fui comprando varillas, rulemanes, correas de goma, poleas, tornillos, tuercas y el marco de madera MDF», relató.Hoy en día, Diego tiene en su cuarto su propia impresora 3D con la que, por supuesto, ya se imprimió su propia cabeza de Yoda, además de una de Darth Vader (otro personaje de Star Wars) y una snitch dorada (pelota para jugar quidditch, deporte del universo de Harry Potter).
Pero lo más interesante es que Diego va mejorando su impresora con piezas que imprime en el propio equipo.
«Es una impresora de RepRap (un proyecto de código abierto) y tiene una característica que es que varias de sus piezas pueden ser impresas por la propia impresora», explicó.
Ya se imprimió un ducto de ventilación mejorado y ahora tiene pensado imprimirse una carcasa para la pantalla y soportes para la bobina del material.
Por supuesto, una vez armada la impresora, para comenzar a imprimir también debió tomarse el tiempo de investigar, probar y, sobre todo, entrenar la paciencia. Fue variando distintos parámetros de la impresión, como la temperatura, la velocidad y la ventilación, y cada vez fue logrando mejores resultados.
Además de cursar Jóvenes a Programar, Diego es estudiante de arquitectura, animador de campamentos educativos y, como hobby, arregla celulares.
No tiene como objetivo dedicarse a la impresión 3D, pero reconoce que es algo en lo que le gusta trabajar.
Sigue investigando aspectos a mejorar para sus impresiones y tiene el proyecto de hacer un dron con las piezas impresas en su impresora 3D.
Boris Pessano (21 años, Florida)
Pertenece al grupo N° 30, ubicado en Pando. Desarrolló su proyecto en conjunto con otros tres compañeros: Matías Cabrera (Barros Blancos), Fernando de Armas (Tala) y Mauricio Álvarez (Pando).El proyecto de estos cuatro jóvenes surgió a raíz de la propia vivencia en el curso.“Tuvimos la idea de ayudar al propio sistema de Jóvenes a Programar”, contó Boris Pessano a Cromo.
Específicamente, decidieron desarrollar una herramienta para controlar las asistencias de los alumnos.
“La idea es que los alumnos marquen asistencia con una tarjeta. Esto traería varios beneficios. Por un lado, facilitaría saber la cantidad de alumnos que asisten. Pero además, detectar si perdieron motivación, identificar la preferencia de los alumnos”, relató.
Para esto, elaboraron tarjetas codificadas que envían datos que están totalmente protegidos. Ni el alumno ni el que escanea la tarjeta son capaces de reconocer los datos.
“Esto es para proteger los datos y la privacidad de la persona”, aseguró Boris.
Cada tarjeta es única. Cada alumno llevaría la suya y esta sería leída por los jefes de grupo con un celular.
“Se puede leer con cualquier teléfono con cámara que tenga la aplicación”, explicó.
El modo de lectura es similar a los códigos QR, con la diferencia de que está codificado y no se puede leer.
El grupo ya presentó el proyecto a Plan Ceibal y actualmente está desarrollando una versión demo, con la intención de que pueda ponerse en práctica para los cursos del próximo año.
Además de cursar Jóvenes a Programar, Boris es docente de informática en la Intendencia de Florida, ofrece lecciones a jubilados con las tabletas del Plan Ibirapitá y en agosto de este año recibió el título de técnico en redes.
Fonte: Cromo - O Observador
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