Desde afuera parece la casa de una poderosa familia del Buceo, pero por dentro es una empresa donde las computadoras están desparramadas entre salones de juegos, el jacuzzi y un rincón para que sus empleados hagan meditación. A 15 minutos de allí hay otra empresa que en el pasillo de entrada tiene luces de colores y bolas de espejo, como en un boliche. Así es como las 450 compañías de software que hay en Uruguay se esfuerzan para asemejarse lo menos posible a una industria tradicional, que en su caso mueve el 1,82% del PBI del país. O, en realidad, se empeñan en retener a los trabajadores ante la escasez de personal.
Nicolás Jodal, uno de los gurúes de la tecnología en Uruguay, dice que el lugar de trabajo de un desarrollador de software tiene que ser «más parecido al atelier de un pintor que a una oficina tradicional». Pero más allá de teorías sobre cómo dar rienda suelta a la creatividad o mejorar la productividad, en esta industria en auge vale todo para retener a los talentos. El sector cuenta con unos 12.700 empleados y necesita incorporar 500 nuevos por año para apalancar el crecimiento esperado de la industria en la próxima década, según una publicación de esta semana de Uruguay XXI. Por eso recurrir a mano de obra extranjera es una opción cada vez más extendida.
No costó mucho convencer a Carloluis Rodríguez. En Cuba, donde nació hace 26 años, ganaba US$ 15 al mes y en Uruguay le ofrecieron más de US$ 2.000. Las conversaciones para captarlo comenzaron hace dos años, después de que un amigo recomendara su nombre a los dueños de la empresa UruIT. Fue una selección por teléfono y correo. Revisar la casilla electrónica desde La Habana, le suponía a Carloluis más de los 14 megabytes de internet que la universidad le daba mensualmente. La compañía le adelantó dinero para costear el pasaje hacia Montevideo y lo ayudó a dar los primeros pasos en busca de una residencia. Luego, una novia uruguaya lo aggiornó para que dejara de acompañar todas las comidas con arroz y que cambiara la salsa por la cumbia cheta.
Carloluis, quien se llama así porque su padre quería ponerle tres nombres y como no lo dejaron tuvo que juntar los dos primeros, es uno de los más de 200 cubanos que vinieron en los últimos tres años a trabajar a Uruguay. Juntos son el grupo de extranjeros mayoritario en la industria del software, representan el 28% de los inmigrantes que trabajan en el sector, según el informe de Uruguay XXI. Y aunque no sean la primera nacionalidad que mencionan los empleadores uruguayos, los dueños de empresas reconocen que los isleños tienen una «formación sólida».
Solo en UruIT, empresa de 60 funcionarios, hay cuatro cubanos. La situación económica y la necesidad de desarrollo profesional, dice Carloluis, son las determinantes para optar por la industria uruguaya. Un ingeniero con dos años de experiencia gana al menos US$ 1.800, y «de ahí para arriba, sin importar la compañía», explica Marcelo López, uno de los socios de UruIT.
El «desempleo cero» del sector desde hace más de un lustro y el crecimiento de la facturación a un promedio de 25% cada año, es tierra fértil para que los salarios sigan en auge. Las ventas relevadas por la Cámara Uruguaya de Tecnologías de la Información (CUTI) superan los US$ 1.045 millones, y equivalen a US$ 814 millones si se excluye a la estatal Antel.
En un mundo cada vez más tecnológico, señala Andrea Mendaro, gerente general de la CUTI, «la perspectiva es de crecimiento». Desde 2008 las exportaciones de software superan los US$ 200 millones de dólares y han alcanzado los US$ 300 millones en 2013. Para 2020 se estima que se llegará a los US$ 1.000 millones, según el Ministerio de Trabajo.
Pero no todo es color de rosa. Uruguay ha sido desplazado como el mayor exportador per cápita de software en la región. Chile y Costa Rica se disputan ese puesto, aunque «varían las mediciones y hay servicios (como los juegos) que a veces no están medidos», indica Jodal. Es decir: «Puede que el resto haya crecido más, o bien que Uruguay dejó de vender licencias para enfocarse en los usos, como la plataforma Pedidos Ya».
El peso de las exportaciones hace que tenga «menos impacto en esta industria» la desaceleración económica que atraviesa el país. El 23% de las exportaciones de servicios no tradicionales, durante el último año, correspondió a las tecnologías de la información. A la inversa, quienes sí están sintiendo el cimbronazo son las empresas que trabajan para el mercado interno. La venta de servicios informáticos cayó 11% en el primer trimestre de 2016, informó la Cámara de Comercio.
«Hoy la venta de productos está siendo más rentable que los servicios, el problema es embocarle a una idea vendedora», explica Mendaro sobre la tendencia y lo que están haciendo las empresas para paliar el recorte parcial del mercado.
¿Uru qué?
La fama de Luis Suárez, Edinson Cavani y la imagen de José Mujica fueron un impulso para la industria del software, dice Javier Peña, asesor económico de la Cámara de Comercio. Sin proponérselo, los futbolistas y el expresidente «contribuyeron a que se conozca Uruguay, y eso nos ahorra tener que dedicar 10 minutos para explicar qué tal es el país». Pero no alcanza. Según el economista, «falta imponer más la marca país para competir con mayor fuerza contra Costa Rica, Colombia y Chile, los principales contendientes».
Quienes han llegado a invertir en la industria uruguaya del software lo hicieron atraídos, sobre todo, por la confianza jurídica que da el país y la estabilidad macroeconómica, concluye la encuesta de inversión extranjera de Uruguay XXI. La multinacional Globant, presente en 11 países, eligió a Uruguay porque «hay buenos talentos y es una posibilidad de expansión», explica Matías Boix, uno de sus directores técnicos.
El régimen de zonas francas no necesariamente es un incentivo para este sector. «A las empresas uruguayas les da lo mismo porque están exoneradas del pago del impuesto a la renta a las exportaciones de software», dice Mendaro. Según el último dato publicado por la DGI, el Estado renunció a cobrar US$ 15 millones en 2013 por este concepto.
Pero por más incentivos que haya, dice la gerente de CUTI, hay otras trabas que son las que obstaculizan el desarrollo de más negocios. La primera es «una conectividad aérea ineficiente». Ir a visitar a un cliente en India supone demasiadas horas y conexiones, lo que termina redundando en anular el proyecto o instalar una oficina allí. La segunda, y principal, es que «los estudiantes comienzan a trabajar antes de recibirse y se hace muy difícil conseguir más recursos».
En el último lustro «hemos entrevistado a más de 5.000 potenciales trabajadores; creo que hemos saturado la oferta», dice Marcelo López. Incluso reconoce que en la industria hay casos de renuncias por mensaje de texto, o a los dos días por la alta competencia. Y esto aplica también para los extranjeros.
A Carloluis le ofrecieron «varios trabajos» en el año y medio que lleva radicado. A su amigo, ese que lo recomendó, ya lo captó otra empresa. Según el informe de esta semana de Uruguay XXI, el 83% de los empresarios encuestados desearía traer talentos del extranjero. Y el 54% de las compañías ya cuentan con empleados de otras nacionalidades en su plantilla.
Por el momento hay una solución estratégica que plantean algunos socios de la CUTI: intentar que las mujeres que se dedican a la tecnología se equiparen a la cantidad de hombres. Hoy la relación en la industria es de siete a tres, y esto es más grave aún en los puestos gerenciales.
Dentro de los 2.800 perfiles con conocimientos de TI que tiene el sitioGallito.com, solo el 18% son mujeres. Aumentar este porcentaje es uno de los desafíos, según la decana de la Facultad de Ingeniería de UdelaR, María Simon. Pero más allá del género, «a corto plazo debería duplicarse» la cantidad de graduados para satisfacer las necesidades del mercado.
Los ingenieros, al igual que los especialistas en datos y desarrolladores de apps, tendrán 744.000 puestos de empleos nuevos en el mundo para 2020, dice el último informe del Foro Económico Mundial. En Uruguay se forma un ingeniero cada 8.000 habitantes. En Chile lo hace uno cada 4.500. En Corea del Sur, el ejemplo más emblemático e «inalcanzable», es de uno cada 625.
Hoy, la matrícula en UdelaR viene en crecimiento y ya supera los 7.000 inscriptos, aunque el egreso ronda los 270 ingenieros. De ellos, el 37% estudió computación y el 18% electrónica, las dos carreras de Ingeniería más próximas a la demanda del mercado de software.
«Hay una diferencia entre los estudiantes de la UdelaR, más sólidos en las ciencias duras, y los alumnos de universidades privadas más asociadas a las herramientas de negocio», explica Javier Minhondo, otro de los uruguayos que es referente en Globant y defensor del potencial que esta industria tiene para «un país pequeño como el nuestro».
Con esa misma mirada positiva, Jodal señala que Uruguay tiene la oportunidad de apostar «a las novedades que están pasando en el mundo, como la llegada a internet de las cosas». Hasta ahora la industria local se ha destacado en software para bancos y el sistema financiero, juegos, agro, logística, y en forma cada vez más creciente, para la salud.
Para captar esas oportunidades hay que pensar en cuál es el próximo paso. En eso «la industria del software se parece a la moda», concluye Jodal. «Hay que saber qué se usará la temporada que viene».
Fuente: Portal El País
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