Tal vez merece aclarar que esta Facultad no tiene “cátedras”; se organiza en institutos, que son grupos docentes bastante grandes, con funciones de enseñanza, investigación y extensión o asesoramiento, que guardan coherencia temática y están más o menos estrechamente vinculados a carreras, como es el caso del InCo con la carrera de Ingeniería en Computación. También suelen dictar cursos para otras carreras de la Universidad, además de carreras de posgrado: especializaciones, maestrías y doctorados.
Otros harán la historia del instituto, contarán los inicios y recordarán a grandes personas, entre ellas ingenieros o matemáticos de la Facultad y profesores extranjeros, como el recordado Manuel Sadosky. La historia se inicia cuando se ve que la computación, hasta el momento considerada asunto de idóneos, merece ser universitaria.
Por la salida de la intervención de la Universidad, el InCo tenía pocos docentes; el de grado más alto era grado 3 (en la universidad los grados van de 1 a 5) y muy pocos tenían formación de posgrado. Su (re)construcción estuvo marcada por la solidaridad interna del instituto y de la Facultad. Algunos docentes se hicieron cargo de los cursos, muy numerosos, para permitir que otros hicieran posgrados, en ese momento en el exterior. Prácticamente todos volvieron. Y la Facultad dedicó fondos que en aquel momento se habían consolidado a contratar a esos noveles doctores. En la actualidad es el instituto con más docentes de la Facultad, con 161, de los cuales aproximadamente 50 tienen maestría y 40 doctorado. Los posgrados se fortalecieron mucho con la incorporación de la informática dentro del Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas (Pedeciba). Estos docentes se hacen cargo de cursos de grado y posgrado y desarrollan investigación teórica y aplicada de nivel internacional. Asesoran en temas relevantes y actuales, como la energía, la movilidad o la seguridad informática, entre muchos otros. El InCo se mudó del piso más alto del edificio de Vilamajó a un edificio anexo nuevo, construido para ese fin, de mucho mayor área.
La carrera de Ingeniería en Computación es elegida por aproximadamente la mitad de los estudiantes de Ingeniería, que en 2017 fueron 1.600 ingresantes, para dar idea de magnitud. Sin embargo, en todas las ingenierías, y particularmente en computación, hay lo que podríamos llamar desocupación negativa, es decir más demanda de profesionales que oferta. A los nuevos estudiantes a veces les decimos que esta realidad puede ser buena individualmente para quien busca trabajo, pero no lo es para el país: hay emprendimientos que no logran establecerse porque la falta de personas formadas es tan grave como podrían serlo la escasez de energía o de telecomunicaciones. Por eso tratamos de inspirar vocaciones en niñas y niños de varias maneras, entre ellos muestras, visitas, día para las niñas, robótica educativa y varios otros programas. También se dictan carreras de Tecnólogo Informático, en cooperación con la UTU y la Universidad Tecnológica, en varias sedes en el país.
El InCo es un buen ejemplo para mostrar cómo empleamos en la Universidad el presupuesto que la sociedad nos confía, y por qué necesitaríamos más. Ese crecimiento en calidad y cantidad desde 1985 hasta ahora (sólo una parte de los 50 años) muestra que se construyó un grupo humano de calidad, que hubo autoexigencia y se tuvo en vista las necesidades de la sociedad y de los jóvenes; es decir que los recursos se invierten bien y se hacen rendir. Sin embargo, muchos cursos se deben dictar para grupos demasiado grandes, hay estudiantes que abandonan las carreras, no siempre disponemos de los salones adecuados, tenemos carreras proyectadas que no se han podido implementar todavía y algunos docentes prometedores no pueden desarrollar su carrera por falta de horas disponibles: podríamos hacer todo mucho mejor.
Es también un caso que ilustra sobre lo falso de dividir las ciencias o los conocimientos en básicos y aplicados: desde el instituto se publica en revistas internacionales y también se asesora a organismos públicos y emprendimientos privados. La informática, que tuvo el importante apoyo de ser parte del Pedeciba y cuenta con varios investigadores teóricos que desarrollan algoritmos o estudios sobre algoritmos, aporta directa e indirectamente, mediante los profesionales, a un sector productivo y exportador de gran importancia. El software es un producto de exportación en rápido crecimiento, y Uruguay es el principal exportador por persona en este rubro. Esta industria sin chimeneas, con baja inversión de entrada, generadora de pequeñas, medianas y grandes empresas, crece sostenidamente, generando trabajo de calidad, y esto está claramente relacionado con la formación en Ingeniería.
Con el sentido de apoyar a estas industrias y empresas, la Cámara Uruguaya de Tecnologías de la Información y Comunicación (CUTI) y el InCo, respaldado por la Facultad, crearon en 2003 el Centro de Ensayos de Software, que ha desarrollado capacidades de testing, permitiendo colaborar con la industria de software en dicha disciplina, mejorando y asegurando la calidad y cumplimiento de especificaciones del software producido.
Además de su importancia propia en la economía, las tecnologías de la información se integran a casi todas las cadenas de valor, desde la fabricación al agro, en forma imprescindible. Desde la trazabilidad de los productos a la optimización de los servicios públicos o el relevamiento y buen uso de la información.
Desde hace años, en la medida en que las máquinas son más potentes, la simulación, la modelización matemática, la realidad virtual o el cálculo intensivo se usan cada vez más intensamente para estudiar fenómenos o probar procesos o soluciones de ingeniería en forma barata y segura. En este sentido, la computación colabora con la investigación en múltiples disciplinas que se cultivan en la Facultad y en general, en la Universidad, como el diseño mecánico, las telecomunicaciones, la dinámica de la atmósfera o de los ríos, el arte visual, entre muchas otras.
En estos jóvenes 50 años, la Facultad felicita a los compañeros del InCo y con ellos a todos sus integrantes. Nos alegramos de que formen parte del abanico de las ingenierías, con fecunda relación con otras áreas de investigación. Sentimos que contribuimos a un país que crea y aplica bien varias tecnologías, entre ellas las de la información, de creciente importancia en sí misma y para otros campos de actividad, desde económicos hasta artísticos o recreativos. Sentimos, también, que el futuro nos requiere.
Fuente: La Diaria.
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